Mitos de las relaciones no monógamas

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Mitos de las relaciones no monógamas

Mitos de las relaciones no monógamas

Diciembre 01, 2012

Hace unos meses hablábamos en otro post sobre la diversidad relacional, qué es el poliamor y en qué consisten las relaciones no monógamas. Y es que el poliamor y las relaciones no monógamas están recibiendo cada vez más atención por parte de medios de comunicación y se está empezando a hablar sobre ellas con más frecuencia, aunque estos modelos relacionales no sean algo nuevo. Pero todavía son muchos los mitos que existen alrededor de este tipo de relaciones. En este nuevo post hablaremos sobre algunos de los mitos que rodean a las relaciones no monógamas.

 

Primer mito: la monogamia es lo natural. En la naturaleza existe una gran variedad de formas de organizarse y relacionarse, tanto monógamas como no monógamas. Así, algunas especies se organizan en parejas monógamas de por vida, como es el caso de algunas aves, por ejemplo los pingüinos; y otras comunidades se organizan en la no monogamia, como por ejemplo los bonobos.

 

En cuanto a los seres humanos, en las sociedades occidentales ha predominado el modelo monógamo durante muchos siglos, pero esto no quiere decir necesariamente que sea lo natural. De hecho, en el caso de los seres humanos se trataría más bien de una cuestión de organización social y cultural. En otras partes del mundo existen también sociedades y culturas en las que la forma de organización es no monógama. Algunos ejemplos de ello, cuya organización es además matriarcal, son la etnia de los mosuo en China o la tribu wodaabe de África Occidental.

 

Segundo mito: si deseas estar con otra persona es porque no quieres a tu pareja o algo falla en la relación. Es habitual escuchar la idea de que si te fijas en otras personas que no sean tu pareja es porque algo está fallando en tu relación. Esta creencia se basa en mitos del amor romántico, como el de la media naranja, que asegura que sólo existe una persona a la que estamos predestinadas; el mito de la exclusividad, y el de que la pareja debe cubrir todas nuestras necesidades y complementarnos de forma absoluta. Pero la realidad es que es posible sentir deseo y amor por otras personas también cuando estamos a gusto con una pareja y seguimos amándola.

 

Tercer mito: las relaciones no monógamas son infidelidad consentida. Las relaciones no monógamas consensuadas se basan, como su nombre indica, en el consenso. Todas las personas implicadas en la relación deben tener información sobre la situación y elegirla de forma libre y consensuada. Elegirlo de forma libre significa querer estar en una relación de estas características por propio deseo, convicción y por decisión propia, sin presiones externas o coacciones. Las situaciones en las que se accede a tener una relación abierta para evitar que la pareja deje la relación no son situaciones en las que se elije este modelo porque realmente se quiera estar en una relación de este tipo, sino por evitar un mal mayor. En estas situaciones hay información e incluso consenso en cierta medida, pero no son elegidas por deseo y convicción propia, lo cual puede terminar causando sufrimiento a alguna de las partes. Todo esto es diferente de la infidelidad, en la que no existe un consenso y en muchas ocasiones a alguna de las personas implicadas le falta información.

 

Cuarto mito: las personas no monógamas son incapaces de comprometerse. Las relaciones no monógamas implican el establecimiento de varios vínculos afectivos, sexuales o amorosos, con mayor, menor o el mismo grado de compromiso en cada uno de ellos. Especialmente las relaciones no monógamas que implican vínculos amorosos o de afectos, más allá de la apertura a nivel sexual, se suelen basar en la importancia de los cuidados y la responsabilidad afectiva. Con lo cual, se pueden llegar a establecer relaciones que implican compromiso con más de una persona a la vez.

 

Quinto mito: las personas no monógamas son promiscuas y tienen más infecciones de transmisión sexual. Tener relaciones sexuales con un mayor o menor número de parejas no depende tanto de la orientación relacional, sino de cómo sea una persona. Las relaciones poliamorosas en concreto se suelen basar más en los vínculos amorosos que en el hecho de tener relaciones sexuales con muchas personas. Dentro del poliamor existen además relaciones polifieles, de tres o más personas que tienen exclusividad entre ellas. Y en cuanto a las infecciones de transmisión sexual, la posibilidad de transmisión no depende del número o tipo de prácticas que se realicen, sino del uso de métodos de barrera (preservativo, cuadrantes de látex, etc.). El uso de métodos para prevenir infecciones suele ser un tema importante sobre el que se habla y se establecen acuerdos en la mayoría de las relaciones no monógamas.

 

Sexto mito: las personas en relaciones no monógamas no sienten celos. Las personas que tienen relaciones no monógamas pueden sentir celos igual que las personas en relaciones monógamas. La cuestión no está en si se sienten celos o no, sino en cómo gestionar estas emociones, yendo al origen de las mismas, trabajando las inseguridades y la confianza en nuestros vínculos.

 

Séptimo mito: las relaciones no monógamas tienen que ser simétricas. Existe la idea de que los acuerdos en las relaciones no monógamas tienen que ser los mismos para todas las personas implicadas porque si no, no es justo. Pero los acuerdos se pueden establecer en función de los deseos y necesidades de cada una de las personas implicadas, sin que ello signifique que sean acuerdos menos justos, sino ajustados a lo que cada uno quiere de la relación. Un ejemplo de esto podrían ser las relaciones mono-poli, en las que una de las personas es poliamorosa y la otra monógama porque así lo desean y acuerdan.

 

Estos son sólo algunos de los mitos que existen alrededor de las relaciones no monógamas. Al igual que en el resto de relaciones, no existe un modelo de no monogamia correcto y otros incorrectos. La clave estaría en adaptar nuestras relaciones a nuestros deseos y necesidades, cuidando los deseos y necesidades de las otras personas implicadas, más que en adaptarnos nosotros a un modelo relacional rígido, ya sea monógamo o no monógamo. Es decir, elegir las relaciones que nos hagan más felices de una forma libre, informada y consensuada.

 

Por Maria de Elena Amor