Nuestra sexualidad está influenciada por cómo nos sentimos con nuestro cuerpo, si nos gustamos o no. Por este motivo, para muchas personas, sobre todo mujeres, resulta difícil llegar a sentirse bien con ellas mismas, con sus cuerpos.
Aunque también se está empezando a presionar a los hombres con normas estéticas concretas, siguen siendo las mujeres quienes reciben mayor presión sobre su imagen y su cuerpo. Por poner un ejemplo, los anuncios televisivos sobre dietas de adelgazamiento, que nos inundan en determinadas épocas del año, suelen tener como protagonistas mujeres, y van dirigidos también a ellas. El mensaje es claro, para estar atractivas hay que lucir delgadas. Curiosamente, las modelos de dichos anuncios ya muestran un cuerpo muy delgado, y pese a ello, suelen mostrarse preocupadas por adelgazar aún más.
La realidad es que los modelos que aparecen en los medios de comunicación no reflejan la gran diversidad de personas ni de cuerpos, ni los representan. Las personas mayores o de edades maduras, las mujeres y los hombres con cuerpos más voluminosos, o personas que tienen algún tipo de discapacidad, están muchas veces ausentes de los modelos que nos ofrecen en el cine, la publicidad, las noticias…
Por eso, puede dar la impresión de que la plenitud y satisfacción en la vida, en la sexualidad, en las relaciones amorosas, solo pueden conseguirla las personas jóvenes, delgadas…y que se asemejan a los perfiles que actualmente la sociedad impone como “ideales”.
Está demostrado que las personas que se encuentran insatisfechas con su cuerpo, suelen tener más dificultades para desear y sentirse deseadas en el terreno sexual. Es lógico, ya que, si (por ejemplo) una mujer no se gusta, no se siente atractiva, se sentirá poco receptiva a ser acariciada y a mostrar su cuerpo desnudo ante otra persona (por considerar que no va gustar). Y si lo hace, puede que por estar pendiente de las zonas de su cuerpo que no le gustan, o de disimular algún michelín, disfrute mucho menos de dicho encuentro…
Por Ana Carmona Rubio